Por Lorenzo García.
Acabo de regresar del Valle de los Caídos. He permanecido desde temprana hora, en la puerta de acceso con un puñado de ex camaradas del FES. Hemos rezado el rosario junto a unas docenas de fieles creyentes, los monjes benedictinos con su abad al frente y su magnífico coro de niños, partituras en ristre, esperando ( ingenuamente) que Benedicto XVI, se dignara parar unos segundos o en el peor de los casos, nos diera su bendición desde el mercedes azul blindado.
He contemplado y grabado en vídeo, las caras de decepción de todos los presentes allí. Especialmente de los benedictinos que volvían sus cuellos desesperadamente tratando de encontrar el vehículo, que circulaba a más de cien kilómetros por hora, donde iba su Santidad.
Curiosamente he recordado , que en mi niñez hace ahora más de 45 años, Franco pasaba a toda velocidad delante de mi grupo escolar madrileño ( el Concepción Arenal de la calle Antonio López, esquina al viejo Puente de Toledo) también rodeado de su guardia personal ( tan vistosa ) en aquellos deslumbrantes haigas. Iba siempre a cazar por la carretera de Andalucía, hacia algún coto de la Mancha o de Jaén. Los cristales tintados y la velocidad nunca nos dejaron ver en que vehículo viajaba Franco.
Franco reposa ahora bajo la mayor cruz que se ha erigido en el mundo, en un monumento sólido y sobrio, símbolo de la Piedad y el perdón a muy poca distancia de dónde ha pasado el Sumo Pontífice (etimológicamente significa puente, que une….etc.). Desgraciadamente, no ha tenido la deferencia de bendecir a los monjes y a los fieles que custodian y veneran este grandioso lugar de culto católico levantado por un general que hizo bastante por dignificar a la Iglesia Católica Española.
(Leo en la web del diario El Mundo, que el Ministro de la Presidencia (Sr, Jáuregui) ha mantenido estos días, conversaciones con el Secretario de Estado Vaticano, Tarsicio Bertone, para acercar posturas respecto al proyecto de convertir el Valle de los Caídos en un centro de reconciliación y memoria ).
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