miércoles, 26 de octubre de 2011

SOLO SIRVO PARA SERVIR

sor Maria Catalina


Pedro Conde Soladana.

¿QUÉ ES SER CRISTIANO?


Esto. Exactamente esto es lo que define a un cristiano: “No se tiene amor más grande como aquel que da la vida por sus amigos”. Pues aún hay quienes hacen más excelsas tales palabras siendo capaces de dar la vida por sus enemigos.

Cuando uno conoce personas con un espíritu gigante constreñido en un cuerpo pequeño, frágil, encorvado y agotado por la entrega de toda una vida a la causa del amor por los demás, es cuando encuentras cierta aquella identidad que responde a la pregunta de quién es cristiano. Estos hombres y mujeres son los verdaderos Cristos en la Tierra.

Esas monjas, esas monjitas, no puedo sustraerme al cariño que me motivan, por eso empleo el diminutivo, que van por la calle con un paso tan silencioso, con una presencia casi invisible, con unadulzura que parece ser lo único que las delata al pasar a tu lado, son esos gigantes de un amor desbordado hacia prójimo que apenas puede contener su recatado hábito para no derramarse al exterior.

flor¿Adónde van? Nunca me lo había preguntado de una forma directa; aunque intuyera su acción samaritana. Además, en un prejuicio simplón, yo había hecho una distinción de calidad entre las monjitas de acá y las que marchan a misiones, dando a éstas un plus de sacrificio por los demás, que lo tendrán, eso sólo Dios lo sabe; pero que hoy pongo en entredicho que sea superior porque no soy yo quién para juzgar.

De vez en cuando ves a una que sube y baja la escalera de tu casa, con un saludo tan respetuoso al cruzarse que apenas es audible; que llama a la puerta del vecino cuya tragedia humana conoces y es cuando empiezas a saber adónde van y por qué.

Y te enteras que a cuenta de nada, sin prestación ninguna a cambio, sólo si cabe y puede la buena voluntad del visitado, acuden a ayudarle, consolarle, vestirle, darle la medicina y, si está solo, a dormir para ayudarle y ahuyentar los fantasmas del enfermo en la soledad de la noche.

Así, calladamente, en una “soledad sonora”, van por las casas derramando bálsamo.

Y un día, por circunstancias, hablas con una de esas monjitas y descubres que aquello que has oído, que está escrito pero que no has palpado de cerca, se hace presencia física delante de ti, Cristo en la Tierra. Y me digo: “Esto es ser cristiano”

Entonces, siento que estoy unido por las raíces, más que por las exuberantes ramas y brillantes hojas, caducas en su día, al tronco bimilenario del cristianismo; siento que estoy atado al mismo por esos sencillos principios del amor al prójimo más que por las grandes especulaciones mentales de los dogmas enunciados en definitiva por cerebros y bocas que no podrán eludir la muerte, frente a la eternidad de aquellos principios.

Y aquella monjita que, nada más y nada menos, me hace presentir la presencia de Cristo detrás de la suya, sólo me pide una cosa cambio: Que anuncie a través de este medio que el día 29 de octubre próximo, en la catedral de la Almudena de Madrid, Sor María Catalina Irigoyen Echegaray va a ser beatificada. Esta navarra, nacida en Pamplona el 25 de Noviembre de 1848, que ingresa en el Instituto de Siervas de María para hacer de su vida una entrega absoluta a los demás.

He aquí algunos de sus lemas de vida: “Sólo sirvo para servir” o “Ser testigo de Jesús asistiendo a los enfermos”.

De ella se dice que “fue toda don y presencia cálida para los enfermos”; que “su testimonio sigue vivo y es un reclamo, un desafío para quienes deseen hacer de su vida una sementera de amor desinteresado y fecundo”.

Que no me lo cuenten de otra forma. “Por sus obras los conoceréis”.




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