Enrique de Aguinaga
La Gaceta, 13 de marzo de 2011
¡Cielos! Los he visto en imágenes de periódico (ABC) como anuncio del nuevo libro de Jorge M. Reverte, La División Azul. Rusia, 1941-1944. Allí están Jesús Martínez Tessier, Joaquín Alba Santizo (Kim) y Dionisio Porres Gil. Como los encontré en la Redacción de Arriba, hace sesenta y cinco años. Hermanos mayores que venían de la guerra. Niño de la guerra, separado por diez quintas, los veía gigantescos, heroicos, pero (el pellizco) éramos camaradas, fumábamos de la misma cajetilla y ahora (guiño de la ancianidad), con tantos otros que tenía, somos viejos camaradas, Alte kameraden, que dice la jubilosa fanfarria alemana.
¡Tranquilo, Jordi! La marcha Alte kameraden la compuso Carl Teike en 1889 y se ha internacionalizado como himno de alegría. Su letra relata la reunión de viejos camaradas para pasar la noche cantando, bebiendo y celebrando el gozo de la fraternidad y de la vida. La amistad es lo único que cuenta porque no hay riqueza como la verdadera amistad. En otra estrofa dice: Alzad los viejos corazones porque el que siempre está alegre siempre joven permanece.
Me pueden trufar la historia con intenciones, alquimias, averiguaciones, aventuras, malicias e infraestructuras; pero lo que yo sentí, ya descolorido, intenso en su permanencia, fue la onda mágica del idealismo, la inmensa generosidad, la proclamación de la primavera, la torrencial alegría de los viejos camaradas que todavía me levanta de la silla cuando, ahora, en mi ordenador, veo y oigo a Heino cantando Alte kameraden en una gran plaza repleta de fiesta y optimismo.
Pienso en la gran hazaña y pienso en el espíritu de cualesquiera combatientes que no podían cantar aquello: ¡Qué bien se va, qué bien se va a la guerra, sin madre ni novia! La mucha edad, quizá, me conduce a prescindir de distingos, a ver la hazaña sin adversarios, como un cántico abierto, sin esquinas, donde se diluyen y subliman todos los ímpetus en marcha, por caminos innumerables, hacia el bien y la verdad, alegremente, siempre hacia el amanecer, como una noche de copas, abrazos y canciones, reunidos los viejos camaradas.
¡Tranquilo, Jordi! La marcha Alte kameraden la compuso Carl Teike en 1889 y se ha internacionalizado como himno de alegría. Su letra relata la reunión de viejos camaradas para pasar la noche cantando, bebiendo y celebrando el gozo de la fraternidad y de la vida. La amistad es lo único que cuenta porque no hay riqueza como la verdadera amistad. En otra estrofa dice: Alzad los viejos corazones porque el que siempre está alegre siempre joven permanece.
Me pueden trufar la historia con intenciones, alquimias, averiguaciones, aventuras, malicias e infraestructuras; pero lo que yo sentí, ya descolorido, intenso en su permanencia, fue la onda mágica del idealismo, la inmensa generosidad, la proclamación de la primavera, la torrencial alegría de los viejos camaradas que todavía me levanta de la silla cuando, ahora, en mi ordenador, veo y oigo a Heino cantando Alte kameraden en una gran plaza repleta de fiesta y optimismo.
Pienso en la gran hazaña y pienso en el espíritu de cualesquiera combatientes que no podían cantar aquello: ¡Qué bien se va, qué bien se va a la guerra, sin madre ni novia! La mucha edad, quizá, me conduce a prescindir de distingos, a ver la hazaña sin adversarios, como un cántico abierto, sin esquinas, donde se diluyen y subliman todos los ímpetus en marcha, por caminos innumerables, hacia el bien y la verdad, alegremente, siempre hacia el amanecer, como una noche de copas, abrazos y canciones, reunidos los viejos camaradas.
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