HISPANIAINFO/ Estaba cambiando el tiempo meteorológico en Madrid. Pero la tarde estaba muy agradable, como es lo propio del otoño en la capital cuando respeta el buen tiempo. En esta época del año los parques madrileños son un espectáculo de colores, de estanques, de fuentes y de gentes que caminan disfrutando de todo ello, como si el terrible rostro de la crisis y del paro nos hubiese dejado por unos momentos.
Llegamos a la Plaza de Olavide, muy concurrida en tarde de viernes, especialmente por jóvenes que acuden a los centros de reunión y de ocio de esa zona del elegante barrio de Chamberí. Hay también niños que corretean a la vista de sus padres y abuelos, que cuidan de ellos con la misma cara de complacencia que recordamos -en esa misma plaza, en ese mismo barrio- hace ya muchos años, cuando éramos nosotros adolescentes que contemplaban las mismas escenas, en el entorno del Colegio Chamberí, de los Hermanos Maristas, donde uno hizo el bachillerato. Me gusta visitar mi viejo barrio. Nos pasa a casi todos, que terminamos por conservar en la memoria las sensaciones agradables de nuestra juventud más joven, que dan paso a la nostalgia y a la melancolía, donde el recuerdo de nuestros padres y abuelos ya fallecidos ocupan un lugar principal. La vida, a pesar de todo, es hermoso contemplarla desde los mejores recuerdos que nos evocan escenas como las vistas en la tarde de este viernes otoñal en la Plaza de Olavide del barrio madrileño de Chamberí.
Ya estamos en la II Tertulia “El Signo del krak”, en la cervecería La Cruz de Malta. Los asistentes se han dado prisa en ocupar su sitio en el salón-sótano del local, como si ya diesen por descontado el lleno que se iba a producir. Llega el conferenciante y casi todo el mundo está acomodado en su silla, menos los que han de quedarse de pié, recostados sobre alguna columna o pared, o directamente en las escaleras de bajada al salón, que esta vez han estado como las gradas del fondo sur del Santiago Bernabeu, sin animo de exagerar ni de impresionar a nadie.
En la mesa del ponente cuatro asientos: uno, claro, para don Ángel David, que inmediatamente coloca en orden sus papeles, una grabadora, el reloj a la vista, mientras mira al público asistente que lo rodea muy próximo, porque el espacio es limitado; otro asiento para Aguinaga, el segundo en edad tras Ceferino; Jaime Suárez, en la primera fila de sillas, a la derecha de la mesa, que no se perdió detalle ni palabra; Ceferino, que nada más llegar se puso a repartir una fotocopia de prensa a cada uno de los presentes, como en los viejos tiempos del panfleto en mano, renunció a sentarse en el lugar asignado para él en la mesa y ocupó plaza en la primera fila, donde lo acogieron de muy buen grado.
Tras la presentación muy breve del ponente, en medio de un silencio y de un interés que se sentía, don Ángel David fue exponiendo con pausa, en orden, remarcando en ocasiones alguna idea o detalle, con oficio de quien sabe y de quien enseña, con gran claridad de exposición, lo que traía escrito en un guión de varios folios. La atención de los asistentes se reflejaba en el gesto de interés por lo que escuchaban, de manera que tuve la sensación de que el conferenciante recuperó párrafos de su conferencia escrita que, en algún momento, pudo pensar en saltase, para no alargar la exposición.
Ya digo que no se oía ni una mosca. Sólo Ceferino, en voz muy baja, pidió a su amigo que le trajese un cortado con leche: era la hora de esa taza, como la del té para los británicos, supongo.
Y comenzó la tertulia. Intensa. Vibrante. Apasionada a veces. Correcta en los turnos (el moderador se saltó alguno, que corrigió de inmediato y con gracia Ceferino: “el moderador debe moderarse”). Y siempre educada y de muy buen nivel, como todos reconocieron al final de la misma, ya en los corrillos de salida y caña de cerveza. En el turno de intervenciones muchas a destacar, pero todas interesantes. Una cita inédita que trajo Aguinaga sobre José Antonio y su Falange (tan apropiada para la ocasión) a cargo del Premio Nóbel de Literatura Juan Ramón Jiménez.
Y eso: que muchas caras nuevas, que gran ambiente de camaradería y de entusiasmo entre los asistentes. Y la pregunta obligada: “la siguiente cuándo, sobre qué tema y a cargo de qué ponente”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario