Fotografía 1 .- “Los predilectos de Dios”
Por José Cabanas.
En la edición digital de un diario nacional he encontrado -hoy, 16 de Julio- estas dos fotografías. Es verdad: una imagen vale más que mil palabras.
Algo funciona muy mal en este mundo nuestro, del que dicen que se va configurando como una aldea global ¿Y qué será eso de la aldea global? Porque estas imágenes (del primer y del tercer mundo, como nos hemos hartado de escuchar) las hemos contemplado desde siempre. Desde mucho antes de que las imágenes fuesen captadas y publicadas para el consumo de la opinión pública, es decir, mostradas a cuantos quisieran pararse un instante para contemplarlas.
¡Qué mala cara tienen el dolor, la enfermedad, la pobreza, la soledad, la muerte! Nadie quiere pararse a contemplarlas. Se prefiere mirar para otro lado. No ver para no sentir; no sentir para no verse movido a actuar, a complicarse la vida cómoda, a tener que hacer siquiera un leve movimiento de compasión, de misericordia. Por aquella mala cara, el hombre aparta la mirada y retira la mano a sus hermanos heridos por el dolor, la enfermedad, la pobreza, la soledad, la muerte. Y así el hombre se degrada a la condición de animal egoísta, abocado a su fracaso personal último.
Fotografía 2 .- “La fortuna”
Porque no se nos preguntará sobre otra cosa que no sea nuestro comportamiento individual ante el que padece hambre o sed, ante el desnudo, el peregrino (el emigrante), el enfermo, el preso, el que sufre del abandono y de la soledad. Porque los hombres que todo esto sufren (mirad al pobre niño negro en el recipiente de plástico rajado) son los predilectos de Dios, la imagen viva en la que mejor podemos reconocer el rostro sufriente del Hijo de Dios. Ellos son los que más se parecen a Jesús. Y a ellos -por lo tanto- es a los que más ama el Padre, que quiere a todos hermanos, dueños del mundo por El creado para que viviésemos en el amor fraterno, que es bastante más que la solidaridad que han predicado, y predican, las falsas filosofías políticas hechas a la medida de quienes han comenzado por expulsar a Dios de la vida de los hombres. La pobreza, el dolor y la enfermedad, la soledad y la muerte, tienen su hora: ¡esta es su hora! Y a cuantos les vuelvan la cara, a cuantos les nieguen una mirada de compasión y una mano de ayuda, a todos estos (líbrese el que quiera) se les tratará como al rico Epulón.
Pero frente a esta realidad que nos conmueve y nos subleva, debe estar la respuesta de los hombres que aman al desamparado. Y lo miran de cerca, lo socorren y claman por la justicia global (universal), sean o no creyentes, porque en el corazón de cada persona el Señor de todo lo creado ha escrito con letras indelebles las palabras compasión y misericordia.
Algo no funciona, como queda patente, en este mundo nuestro. Y fuera del orden moral que quiso quien lo creó, sólo pueden exhibirse imágenes como las que nos muestran -tal cual es- la horrible realidad que tenemos delante de nosotros.
Toda aquella fealdad tiene aquí su hora. ¡Pero Dios tiene su eternidad! Y el pobre Lázaro -el niño negro del barreño de plástico roto- gozará para siempre de una felicidad imposible de imaginar, que saciará sin saciar, bajo la mirada compasiva y misericordiosa de un Padre que nos quiso a todos hermanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario