Por Manuel Parra Celaya para elmunicipio.es
(REFLEXIONES PERSONALES DE UN 9 DE NOVIEMBRE)
La situación de gravedad y de riesgo que se vive en Cataluña no es exclusiva de nuestra región, sino que, con más o menos virulencia, se percibe en otras Comunidades españolas; el común denominador es la carencia de patriotismo unitario e integrador, parte esencial del llamado problema de España.
En otros artículos he analizado esta carencia en sus causas y en sus efectos, por lo que este análisis no va a ser el objeto de estas líneas. Pero, precisamente por la circunstancia extrema de estos momentos, hay que señalar con esperanza la casi reciente eclosión de entidades, grupos y movimientos cívicos, al margen de los partidos al uso y, por supuesto, de las instancias del Estado español casi inexistente, que han tomado conciencia de esta ausencia de patriotismo y están surgiendo a la luz pública. Esta aparición ha servido para romper, por una parte, el monopolio del nacionalismo disgregador, cuya voz era prácticamente la única que se dejaba oír creando así la falsa impresión de unanimidad, y, por la otra, ha servido de aldabonazo en algunas conciencias adormiladas.
Por supuesto que, en este incipiente renacer del patriotismo, no pretendo incluir ni a lospatrioterismos folclóricos ni a un supuesto y antihistórico nacionalismo español, que solo enfrenta sentimientos a sentimientos y nace de la misma raíz que los nacionalismos disgregadores. Entiendo, una vez más, que patriotismo es la identificación, consciente o implícita, con un proyecto histórico llamado España, y no las alegrías de un partido de fútbol o la emoción de un pasodoble.
Esta identificación no responde, como es lógico, a idénticas coordenadas ideológicas en todos los que la defienden, contra viento y marea, en la actualidad; es conveniente matizar las variables y las posibles coincidencias con que se enfoca en nuestros días el patriotismo español, sin carácter despectivo ni excluyente en ningún caso, del mismo modo que el concepto de España no puede ser privativo de ideología o Régimen alguno sino común a todos los que se sienten españoles.
Me permito examinar, pues, algunos enfoques ideológicos del patriotismo español en la actualidad, destacando a grandes rasgos los elementos esenciales de cada uno y con omisión de los grupos que los representan.
1º) El tradicionalista o carlista. Fiel a su lema secular de Dios, Patria, Fueros y Rey, el patriotismo de cepa carlista haya su fundamento en un componente religioso explícito, tendente a la identificación de España con su tradición católica. Concede importancia al localismo regional, valorando los fueros o leyes propias. Reconoce el organicismo de la sociedad, en el que los cuerpos intermedios entre esta y el Estado sirvan de cauce de participación política, y apuesta por una forma de Monarquía tradicional. Por supuesto, concibe a España como proyecto y defiende su unidad nacional.
2º) El liberal o constitucionalista. Igualmente consecuente con su historia, el patriotismo liberal asume que todas las colectividades históricas tienen su origen en un pacto tácito, que está expresado actualmente en la Constitución vigente; un sector la llega a considerar como fundamento esencial y casi único, en línea con el patriotismo constitucional de Habermas, como tiempo nuevo que deja en un segundo término la historia anterior; otro sector entiende la Constitución como referencia esencial y moderna del proyecto, pero sin negar el pasado. Para el patriotismo liberal, lo esencial es la igualdad jurídica de los españoles y las libertades, derechos y deberes contenidos en la Carta Magna. Curiosamente, el actual liberalismo español no ha heredado el organicismo krausista del XIX, por lo que es defensor del sufragio inorgánico de forma absoluta. También el patriotismo liberal considera España como proyecto unitario y se opone a los secesionismos, especialmente porque rompen la igualdad jurídica y suponen un freno a las libertades.
3º) El joseantoniano o falangista. La idea de pacto es sustituida por la de fundación histórica, por lo que entiende que ninguna generación tiene la potestad de enajenar la nación a su voluntad. Coincide con el tradicionalismo en la valoración de lo religioso, pero, en este caso, va implícita en cuanto al hombre-ciudadano y la esencia nacional y no explícita en forma de confesionalidad del Estado nacional. La propuesta organicista joseantoniana –matizada en enfoques actualizados-, valora esos cuerpos intermedios o unidades naturales de convivencia, alejándole de los planteamientos individualistas. Un aspecto esencial es la pretensión de transformación radical de estructuras socioeconómicas en búsqueda de una justicia social más profunda y completa. La idea de España como proyecto o misión es consubstancial al falangismo y, por supuesto, la defensa de la unidad nacional.
Estos tres tipos o enfoques del patriotismo tienen sus fundamentos ideológicos claros que fueron definidos y sostenidos por sus pensadores: Vázquez de Mella, Donoso Cortés o Ramiro de Maeztu, en el tradicionalista; Azcárate, Giner de los Ríos o Cánovas, en el liberal; José Antonio Primo de Rivera, Ramiro Ledesma u Onésimo Redondo, en el falangista.
No he de silenciar que echo a faltar en nuestros días un patriotismo socialista, que, si bien tiene sus defensores en la historia (Araquistain, Fernando de los Ríos, Besteiro, Prieto…), aparece muy oscurecido en la actualidad, salvo manifestaciones personales muy dignas y esporádicas.
El patriotismo liberal y el tradicionalista mantuvieron su desencuentro vital en la historia española; sin embargo, uno y otro hicieron gala de su condición patriótica en todo momento; sus proyectos –enfrentados- se refirieron siempre a una España unida. En cuanto al patriotismo falangista –el más joven de los tres- quedó prácticamente inédito en los escritos de sus fundadores, pues su desarrollo práctico siempre quedó limitado y mediatizado dentro del equilibrio de familias del Régimen anterior y en no pocas ocasiones desvirtuado en sus planteamientos originales.
Si intentamos buscar denominadores comunes entre estos tres enfoques del patriotismo, más allá de las grandes diferencias ideológicas, obtendremos dos clarísimos: en lo ideológico, la afirmación de la unidad nacional de España justificada por un proyecto o tarea común (cada uno según su visión ideológica, se entiende) y, en el devenir real, el plantearse sobre el supuesto unitario, capaz de permanecer por encima de los enfrentamientos políticos o bélicos incluso.
Actualmente, en Cataluña y en otras regiones, las diferencias ideológicas no es que se hayan desdibujado, pero sí han pasado a un segundo plano, ya que la circunstancia real ya no es la unitaria sino que aparece con riesgo de fractura nacional. Casi se podría decir que las acciones de grupos y entidades de signo patriótico español en las tierras donde florece la planta del separatismo forman, de facto, un frente común, dado la participación indistinta de partidarios de cualquier ideología en ellas: no importa tanto, de forma inmediata, la interpretación propia del proyecto nacional como el atractivo de defender el sustrato unitario que lo haga posible. Por otra parte, como se ha dicho y salvo las honrosas excepciones mencionadas, el patriotismo español socialista ni está ni se le espera…
El adversario político separatista ha dado la pauta: primero se es nacionalista identitario y, luego, militante, votante o simpatizante de CiU, de ERC, de la CUP o de IC. El bloque secesionista ha orillado lo ideológico (el modelo de sociedad deseado) para integrarse en una especie de partido único. Gran parte de sus éxitos –junto a la complicidad de las instancias del Estado- ha sido carecer de oposición, ya que cada enfoque del patriotismo español ha primado aspectos propios: el liberal, por creer que con la Constitución y las leyes bastaba; el tradicionalista, por permanecer en sus cuarteles de invierno; el falangista, por sus disensiones internas y su apego a formas de nostalgia.
Y, planeando sobre todas las formas de patriotismo, uno de los mayores vicios nacionales: la pereza, que aquí puede adoptar diversos nombres: indiferencia (común a la mayoría de españoles sin definición ideológica), cansancio, abulia, escepticismo, frivolidad, dejadez, comodidad…
No está ni en mi intención ni en mis manos la propuesta de creación de un frente común patriótico en Cataluña, ni creo que esté en la mente de ninguno de los grupos, movimientos o entidades, Solo vengo a proponer, y siempre con carácter personal, la participación común en cualquier iniciativa a favor de la unidad de España, un paso al frente de cualquier ciudadano que se sienta y se piense en lo español, independiente de su ideología. Claro que tampoco es original la propuesta, pues, como se ha dicho, se viene llevando a cabo de forma práctica, casi sin instrucciones ni consignas, conforme la gravedad del problema se acentúa.
Creo que nadie puede permanecer inactivo, dejando su españolidad para cómodas tertulias o afirmaciones gruesas en momentos de exaltación…
Si en algún momento se establece algún modo de pacificación de conciencias –quizás una forma actualizada de la conllevancia orteguiana, lo que quiere decir que el problema persistirá pero su virulencia estará atenuada-, sí que sería conveniente un diálogo desapasionado, racional, verdaderamente patriótico, buscando – a estas alturas del siglo XXI y no con las mentalidades de otros tiempos- puntos de contacto entre los diferentes enfoques aquí mencionados.
Quizás entonces sí acertemos todos en un proyecto común que resulte atractivo para todos los españoles y contribuya a solucionar el problema de España.
MANUEL PARRA CELAYA
Barcelona, 9 de noviembre de 2014
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