“Recuperar
la Falange de José Antonio fue la tarea que asumimos los falangistas de los
años sesenta. Éramos muy jóvenes la mayoría, y otros no tanto; algunos habían
estado con José Antonio. Pero todos teníamos muy claro que el Movimiento
Nacional (el partido de Franco, FET y de las JONS) era la pura y simple
falsificación de nuestra Falange: el acompañamiento coreográfico -en palabras
de José Antonio- de nuestras camisas azules a un Régimen que, por su propia
naturaleza y la voluntad de quien lo mandaba todo, no tenía la intención de
hacer la Revolución que en aquel momento era no solo necesaria sino posible. Se
daban las circunstancias objetivas para ello: no había nada que perder, porque
no quedaba más que miseria y la necesidad imperiosa del abrazo de vencedores y
vencidos en la nueva sociedad del perdón y de la reconciliación, tras siglos de
haber mantenido las piernas clavadas en el barro mientras nos apaleábamos con
una saña cainita llevada al límite.
José
Antonio (y otros españoles como él, con el corazón de carne y la idea exacta
del servicio a la verdad y a la justicia) sí hubiese capitaneado con éxito la
Revolución Nacional. Franco, no. Su universo era otro. Por eso disolvió la
Falange (no la integró), y tomó para su Régimen el mensaje postizo del discurso
joseantoniano y aquella coreografía indecente de nuestros símbolos. Esta es la
verdad. Nosotros, los joseantonianos, lo sabíamos y nos pusimos manos a la
obra: recuperar la Falange de José Antonio. Otros no lo entendieron nunca. Y
siguen igual”.
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