martes, 6 de marzo de 2012

De Prada: El demonio, «soltado» por el fariseísmo religioso, una de las raíces de la Guerra Civil.


El escritor tira del pensador argentino favorable a Franco Leonardo Castellani para señalar la injusticia social como una de las causas del conflicto.


Retomando el pensamiento del prolífico sacerdote argentino Leonardo Castellani, el escritor Juan Manuel de Prada ha señalado al fariseísmo religioso como una de las causas (teológica) de la Guerra Civil en España, señalando que en el combate contra esta "enfermedad de la fe" la Iglesia se juega mucho en esta época marcada por la "injusticia social".

Un franquista que denunciaba la injusticia social

De Prada recuerda que el pensador argentino, abierto partidario de Franco, paradójicamente, afirmaba que "esta guerra tiene por lo menos una de sus raíces en la injusticia social", "una gran pirámide de pecados previos contra el pobre, de pecados contra el hermano, de pecados contra el débil, de pecados contra el niño, de pecados contra Dios".

¿Por qué el odio a Dios?

A esta clave de lectura, Castellani añade otra, esta vez de carácter teológica, preguntándose por el porqué del odio a Dios, sus representantes y sus símbolos.

"No basta, a juicio de Castellani -dice De Prada-, con decir que ´los rusos se lo enseñaron´, ni siquiera con añadir que a los rusos se lo enseñó Satán. ´¿Quién soltó a Satán?´, se pregunta Castellani. Y entre las causas que soltaron a Satán, Castellani menciona una enfermedad de la fe: el fariseísmo, una ´esclerotización de lo religioso´ o ´traspaso de la mística en política´, que acaba convirtiéndose en ´odiosa y criminosa hipocresía, mezcla de orgullo, ambición, avaricia, mentira, impiedad y dureza, con infinidad de grados medios: aulicismo, curialismo, clericalismo, ritualismo, fachadismo o religión de aparato, ambicioncilla, intriguilla eclesiástica, etcétera´".

Odio al fariseísmo, empresa de Cristo, empresa de la Iglesia

"El odio al fariseísmo", prosigue De Prada, al igual que lo hizo Cristo, "tiene que ser empresa que prosiga la Iglesia", para "mantener vivo el corazón de la religiosidad, para no favorecer ese odio a Dios que en los años de la Guerra Civil alcanzó cúspides de inhumanidad y bestialismo".

"En este combate contra el fariseísmo la Iglesia se juega mucho; sobre todo en épocas como la nuestra, en que la injusticia social —pecado que clama al cielo— vuelve a campar por sus fueros".


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