FE-JONS/ En España, durante al menos los últimos veinte años, la clase media estaba
representada por un trabajador común, con cierto grado de cualificación, que
entraba a formar parte de una plantilla y se jubilaba en la misma empresa o al
menos en alguna otra del sector. Clase media fue otrora sinónimo de estabilidad.
Pero esa situación hoy ya no es la misma. La clase media está prácticamente
desaparecida en los términos en los que fue conocida, gracias primero a la
temporalidad del empleo y después al dramático volumen del paro, que a finales
de año puede acercarse a la cifra de los seis millones de desempleados. El
impuesto-ya saben, esos mercados- primer ministro italiano, Mario Monti, se
jactaba el otro día ante las cámaras de la televisión italiana de la precariedad
laboral de los jóvenes de su país, señalando la frugalidad en el empleo como un
acicate para la prosperidad. Nada más lejos de la realidad. Sin estabilidad
laboral mengua no solo el tejido productivo de un país, porque entre otras cosas
emigra, sino también su propia supervivencia, ya que la institución familiar,
ayuna de recursos estatales, suma a la escasez más incertidumbre.
Los restos de lo que fueron durante los años
ochenta o noventa las clases medias se han ido polarizando. Los que han bebido
de la cultura del pelotazo se han enriquecido, catapultados por el éxito
conferido por un sentir general complaciente con la falta de escrúpulos que
comporta la codicia. El resto hemos sido relegados a la base de la pirámide
social a la que nos ha derivado el sistema, no dejando de estar a expensas de la
inestabilidad laboral, de los bajos salarios, de las incompatibilidades de
horarios entre la vida laboral y la familiar,etc...
El nuevo gobierno tiene el reto de poner freno a
esta situación, pero para ello deberá tomar medidas drásticas que no pasan por
penalizar el ahorro de las familias y los trabajadores, sino por emplearse a
fondo con los problemas medulares que subyugan a nuestra nación. La disyuntiva
es clara: ¿Recortar en educación o mancomunar servicios entre los ayuntamientos?
¿Recortar en Sanidad o eliminar el Senado? ¿Recortar en subsidios sociales o
eliminar las Comunidades Autónomas? Los falangistas lo tenemos muy claro.
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