domingo, 12 de febrero de 2012

¿El fin de la clase media española?




FE-JONS/ En España, durante al menos los últimos veinte años, la clase media estaba representada por un trabajador común, con cierto grado de cualificación, que entraba a formar parte de una plantilla y se jubilaba en la misma empresa o al menos en alguna otra del sector. Clase media fue otrora sinónimo de estabilidad. Pero esa situación hoy ya no es la misma. La clase media está prácticamente desaparecida en los términos en los que fue conocida, gracias primero a la temporalidad del empleo y después al dramático volumen del paro, que a finales de año puede acercarse a la cifra de los seis millones de desempleados. El impuesto-ya saben, esos mercados- primer ministro italiano, Mario Monti, se jactaba el otro día ante las cámaras de la televisión italiana de la precariedad laboral de los jóvenes de su país, señalando la frugalidad en el empleo como un acicate para la prosperidad. Nada más lejos de la realidad. Sin estabilidad laboral mengua no solo el tejido productivo de un país, porque entre otras cosas emigra, sino también su propia supervivencia, ya que la institución familiar, ayuna de recursos estatales, suma a la escasez más incertidumbre.

Los restos de lo que fueron durante los años ochenta o noventa las clases medias se han ido polarizando. Los que han bebido de la cultura del pelotazo se han enriquecido, catapultados por el éxito conferido por un sentir general complaciente con la falta de escrúpulos que comporta la codicia. El resto hemos sido relegados a la base de la pirámide social a la que nos ha derivado el sistema, no dejando de estar a expensas de la inestabilidad laboral, de los bajos salarios, de las incompatibilidades de horarios entre la vida laboral y la familiar,etc...
El nuevo gobierno tiene el reto de poner freno a esta situación, pero para ello deberá tomar medidas drásticas que no pasan por penalizar el ahorro de las familias y los trabajadores, sino por emplearse a fondo con los problemas medulares que subyugan a nuestra nación. La disyuntiva es clara: ¿Recortar en educación o mancomunar servicios entre los ayuntamientos? ¿Recortar en Sanidad o eliminar el Senado? ¿Recortar en subsidios sociales o eliminar las Comunidades Autónomas? Los falangistas lo tenemos muy claro.


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