Por Jorge Juan Perales.
Cada vez que la imagen de José Antonio Primo de Rivera aparece ligada o relacionada con la de Francisco Franco, en convocatorias o en propaganda de actos de índole política, homenajes, manifiestos, o en publicaciones sociales, literarias o históricas, sin explicitar con extrema claridad sus enormes diferencias; se está obstaculizando muy significativamente la transmisión y la comprensión de la verdadera doctrina joseantoniana.
Cada vez que los símbolos – yugo y flechas, bandera rojinegra, camisa azul, y otros genuinos de FE de las JONS- son exhibidos públicamente sin el debido decoro, en lugares inapropiados, mezclados o confundidos con otros símbolos de doctrinas ajenas al falangismo, en acciones contrarias a los principios emanados del pensamiento joseantoniano; deterioran enormemente la comprensión y la transmisión de la verdadera doctrina, expuesta por José Antonio Primo de Rivera, en su vida pública, desde el día 29 de Octubre de 1933 al 20 de Noviembre de l936.
Cada vez que los seguidores del pensamiento joseantoniano, se muestran a la sociedad, organizados en pequeños grupúsculos, cada vez mas atomizados y dispersos, enfrentados entre sí, postulándose cada uno como los más y mejores representantes del falangismo, rivalizando en pureza sucesoria como los mas legítimos herederos e intérpretes de la doctrina joseantoniana, con estrategias políticas dispares, que se neutralizan unas a otras, desfocalizadas en los objetivos que demanda una buena y certera interpretación de la realidad; se está dificultando, en muy alto grado, la credibilidad y la aceptación del pueblo, hacia la ideología político social que se pretende ofrecer, como aspiración a una España libre, grande y unida, donde la Justicia Social alcance cotas imperiales y el hombre libre, integro y digno, el único creado a imagen y semejanza de y por el Señor del Universo, pueda trascender hacia ÉL, en alabanza y gloria de su Nombre.
Cada vez que las personas o los grupos que se dicen falangistas, en sus manifestaciones públicas, lo hagan con la estética imperante en tiempos pasados, tanto en las maneras de vestir, cuanto en las formas coreográficas de manifestarse personal y colectivamente, utilizando un lenguaje distinto al que hoy en día entiende el pueblo, para transmitir lo permanente, lo inmutable, lo fresco y actual de los principios falangistas; están provocando directa e indirectamente su propia marginación y alejamiento de los compatriotas del presente siglo XXI, fracasando en la tarea de la transmisión de la ideología joseantoniana.
Cada vez que las personas o los grupos falangistas dan la espalda a los problemas concretos que padecen sus compatriotas en la España de hoy y de los hombres nacidos en cualquier nación del mundo, sin denunciar las injusticias y las carencias de libertad que soportan, sin tener en cuenta el color de su piel, su sexo, su condición social o su credo; están traicionando el concepto, el fundamento, la idea de HOMBRE que defiende la doctrina emanada de José Antonio Primo de Rivera.
Cada vez que los que se llaman a sí mismos falangistas pretenden imponer sus ideas por medios violentos, agresivos o coercitivos, desprovistos de argumentos y de estrategias que ganen en libertad las voluntades de sus compatriotas; están condenados, sobre todo en las sociedades del mundo de hoy, al más estrepitoso de los fracasos, hundiendo el prestigio de la ideología, que dicen representar, al más vergonzoso ostracismo.
Cada vez que en nombre de la ideología joseantoniana se realizan acciones individuales o colectivas, sin prever sus consecuencias, su conveniencia y su compatibilidad con los principios, de ética y estilo que le son propios; se está cometiendo un grave perjuicio a los intereses e imagen del movimiento falangista, que los verdaderamente joseantonianos tienen el deber de denunciar, de desautorizar, de reparar y de neutralizar con autoridad, rapidez y eficacia.
Cada vez que se actúa en nombre de la ideología joseantoniana, promoviendo odios, discordias o enfrentamientos, fundados en la mentira, en la venganza o en resentimientos, se está desvirtuando el fondo y la forma del pensamiento de José Antonio Primo de Rivera, que hizo de la verdad, la libertad y la justicia, su bandera.
Cada vez que una persona que se dice falangista antepone sus ambiciones particulares a los intereses de los principios doctrinales joseantonianos, se aprovecha o beneficia de ellos para fines que no son compatibles con el fondo y la forma que conforman su ideología; está contribuyendo al descrédito y al desprestigio, no solo de su persona, sino de todo el movimiento falangista. Debe ser desautorizada, retirada la confianza, en ella depositada, y apartada públicamente de la organización que asume los postulados falangistas.
Cada vez que desde el falangismo se adoptan tesis, opiniones, decisiones o acciones contrarias a la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural; a la familia formada por hombre y mujer abiertos a la vida; a la libertad de los padres para educar en valores a sus hijos; a la libertad de culto, reconociendo que la Iglesia Católica es la verdadera; a la separación entre los poderes del Estado y los de las Religiones legalmente reconocidas, en concordancia pactada con cada una de ellas, reservándose el Estado el poder ejecutivo político-social y económico, el legislativo y el judicial; a la orientación de todas las decisiones al Bien Común y acordes con la Ley Natural, a la elevación del Trabajo como propietario de los medios producción y receptor de las plus valías que genera. Se está negando principios fundamentales, irrenunciables e inmutables de la doctrina joseantoniana.
Cada vez que desde el falangismo se defienden tesis nacionalistas, imperialistas, dictatoriales o totalitarias, que esclavizan a los pueblos, enfrentándolos ente sí, forzandoles a mostrarse insolidarios y egoístas; se están apartando, se están alejando del pensamiento joseantoniano que desea Patrias libres, solidarias; Grandes para compartir bienes, cultura, saberes y espiritualidad; Unidas, interna y externamente, para el mayor Bien de cada uno de los hombres que las componen, de sus pueblos, de todas la Naciones y de toda la humanidad, convergiendo en el destino del Imperio de las Patrias ricas en Pan, libertad y Justicia.
Cada vez que… ¡Ay! Cada vez que se ven imágenes o se oyen declaraciones u opiniones o manifestaciones, públicas o privadas, de personas, que diciéndose falangistas muestran un daltonismo obstinado, confundiendo el color azul mahón, con el negro o el pardo o el rojo, sin olvidar a los que tienen dificultades para distinguir entre varias tonalidades de azules. ¡Ay! produce dolor. Producen dolor ¡Ay! aquellas poses con el mentón elevado, la mirada desafiante, los gestos altaneros, prepotentes, arrogantes. ¡AY! Producen dolor, los que diciéndose falangistas, repiten y repiten palabras o frases pronunciadas por José Antonio, sin saber que dicen, sin saber cuándo ni cómo fueron dichas, sin entender la carga profunda de su significado en el contexto completo de su cuerpo doctrinal. ! Ay! producen dolor, los malos, los ignorantes y los torpes imitadores, que destrozan la imagen y distorsionan el pensamiento del imitado.
Cada vez que una persona se dice falangista y no está predispuesta al servicio a la verdad, al perdón como acto de amor, -que solo pueden practicar los hombres que tienen capacidad de amar y aman-, al deseo de paz y bien para todos los hombres sin excepciones, al deseo de justicia, pan y patria para todos,- en el seno de sociedades de hombres libres-, al trabajo como medio para contribuir al bien común, -ganándose honrada y dignamente el pan de cada día-, al esfuerzo austero y constante para contribuir a la Grandeza, Libertad y Unidad de la Patria, en nuestro caso de España. No debe llamarse falangista, ni militar en organizaciones que así se consideren, recuperando su coherencia personal y despejando, muy significativamente, el camino para el nuevo amanecer del falangismo joseantoniano, el verdadero, el auténtico, el posible.
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