viernes, 24 de junio de 2011

¿Qué más tiene que demostrar un Jefe de Centuria del Frente de Juventudes?


Por José Cabanas.

Hoy Corpus Christi. Toledo, capital de las Españas. Ya los soldados no responden al “¡Rindan armas! ante la presencia real -con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma, con su Divinidad- del verdadero Rey del mundo: Jesús de Nazaret. Así le gusta nombrar a Jesucristo a mi camarada y amigo Ceferino L. Maestú.
Jesús de Nazaret es el triunfo de Dios en la humildad. Nace en un pesebre, vive en una casa muy humilde, lo crían unos padres pobres, trabajadores manuales, servidores de sus conciudadanos, fieles a la Ley del Dios de Abraham (padre de pueblos más numerosos que las estrellas del cielo y las arenas del mar), carpintero (o artesano) de oficio aprendido de su padre, José.

Así era Jesús:  el Dios-Hombre que trabaja, que juega de niño con los otros niños, que ríe con su madre, que obedece al hombre a quien el Padre eligió para que fuese su verdadero padre, aunque no lo sea según la carne. Y porque Jesús trabajara con sus manos, ya el trabajo de los hombres tiene un valor santificador para uno mismo y para los demás.

“El hijo del  carpintero” es, en verdad, el triunfo de Dios en la humildad. Pero es, también, el Maestro que nos enseña con su trabajo personal que el trabajo de los hombres no puede considerarse una mercancía que se compra y se vende en los mercados; que es radicalmente contrario a la voluntad de Dios que el trabajo de cada hombre haya de estar sometido al dictado del dinero y al poder de los dueños del capital. ¡El hombre es el sujeto y el beneficiario primero de toda relación de trabajo! Y por la dignidad con que Dios quiso revestir el trabajo de los hombres -con su propio esfuerzo en el taller de José- quedó establecido que el trabajo es la fuente primera de la dignidad civil y de los derechos de los ciudadanos en la administración de la sociedad.

De esa idea central nace el Sindicalismo Revolucionario de raíz en el Humanismo Cristiano, que ha sentido siempre como propio Ceferino L. Maestú. Y, con él, aquellos jóvenes militantes de la segunda Falange de José Antonio que llamamos el FES. Yo doy testimonio personal de esto, porque lo viví en primera persona. Posteriormente todo ha cambiado mucho. Y algunos han cambiado a su vez. Unos se fueron a sus casas, a sus ocupaciones profesionales, a sacar adelante las familias que formaron; y algunas vocaciones religiosas, también.

Esta web es la muestra: vamos viendo regresar a algunos de ellos con las cicatrices de la vieja derrota a la vista, pero cantando como los héroes de Cuba de regreso a la Patria. Contaba David Jato que al desembarcar éstos en Barcelona (creo recordar), formaron con sus harapos y sus heridas para desfilar ante el Pueblo por el que había peleado hasta el final (¡Ay la estatua de Cascorro, cuando en España se levantaban estatuas a sus héroes!). ¡Pero la ciudad estaba de carnaval! De manera que una chusma de “máscaras” pasaron a reírse y a burlarse de aquella Bandera orgullosa por el honor de los héroes que marchaban tras ella en formación militar con el orgullo intacto. Allí murió, posiblemente, el orgullo de España por primera vez, entre burlas y carcajadas de un pueblo borracho de indignidad.

¿Y por qué cuento todo esto tan largo? Pues porque uno piensa que los que hemos sentido la llamada a la Falange de José Antonio tenemos dos referencias principales:

Una, la afirmación del valor del trabajo como fuente primera de la dignidad civil y de los derechos ciudadanos fundamentales, como son la propiedad y la participación plena en el gobierno de la comunidad. Lo dijo León XIII en la Rerum Novarum, lo explicó hasta bordarlo José Antonio Primo de Rivera y lo ha confirmado la Doctrina Social de la Iglesia Católica, como puede leerse en el capítulo “Hoy sólo los Papas hablan de revolución” del libro “EL largo camino hacia la Libertad” de Ceferino L. Maestú.

Y dos, porque nos duele España. Porque la amamos con espíritu de perfección. Porque el nuestro es el patriotismo que ha elegido el amargo camino de la crítica, como los del 98. Y porque alguien tendrá que devolver el honor a aquellos héroes que desfilaron orgullosos dando custodia a la Bandera de España, con sus uniformes harapientos y sus heridas sin curar, y en la memoria sus camaradas caídos.
Hoy Corpus Christi, Fiesta magna, cuando ya la Infantería de España no responde a la orden de “¡Rindan armas!” ante Cristo mismo.

Sindicalismo Revolucionario fundamentado en el humanismo cristiano, patriotismo crítico y con el orgullo de ser español. Hacedme caso: Ceferino L. Maestú es un servidor muy humilde de todo eso. Es decir: servidor de cuanto en verdad quiso ser la Falange de José Antonio. Y, si me lo permitís, con el aire y el estilo propio del Frente de Juventudes. Al fin y al cabo, ¿qué otra cosa es Maestú sino un fiel Jefe de Centuria del Frente de Juventudes?.

Que los que juzgan a Ceferino sin conocerle de veras se acerquen a esos libros suyos que van apareciendo en torrente por la urgencia que le ha entrado de servir cuanto pueda y cuanto antes. “Porque un día de estos me voy a morir, dada mi edad”, nos dijo hace dos semanas. Siento muchísimo decir tanto bueno de él, porque se cabrea al recibir felicitaciones y piropos, que violentan su humildad natural. Pero es necesario, no por su buen nombre, que eso ya está más que amortizado, sino por aquellos que le juzgan, casi siempre con respeto, tan equivocadamente a veces.

Tengo sobre mi mesa su último libro: “Condena, muerte y “resurrección” de José Antonio Primo de Rivera”.  A modo de “Justificación” escribe Maestú:

“La Falange de José Antonio Primo de Rivera me ganó. Y, con él, murió.

Algunos secuestraron la bandera, las flechas y la canción, para engañar, sin él detrás.

Otros, quisieron continuar como si siguiera viviendo, muchas veces sin suerte y sin acierto pero sí buena voluntad.

¿Qué haría José Antonio si estuviera, ahora, aquí?

Lo que ha sobrevivido con limpieza y claridad han sido sus ideas, sus proyectos, sus soluciones y, sobre todo, su ejemplo personal de cristiano sincero y leal, hasta la muerte, por las que luchó.
Bueno es que se sepa y lo descubran quienes han ido viniendo después. Este libro quiere ayudar.

¡Arriba España! Con los españoles de a pie, de toda condición”.

Eso escribe Ceferino L. Maestú en su última obra.

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