Dicen que las ideologías han muerto, y viendo el panorama general de la política occidental, podemos coincidir en ello. La multiculturalidad protegida y programada por el Sistema, no es más que la más agresiva de las políticas en busca de una uniformidad social. La sociedad de la post-revolución francesa, del capitalismo y el liberalismo, busca anegar a todas las sociedades en el lodazal de su concepto de lo políticamente correcto, de unos valores o mejor diríamos ausencia de los mismos, que impidan todo movimiento contestatario a sus presupuestos básicos. Nunca en la historia hubo un mayor control no ya de los actos públicos de cada cual, sino de las propias ideas que profesamos. Y es que, como decíamos en un principio, el hecho de tener ideas, ideología, es de principio considerado de mal gusto. Es necesario aborregarse con el resto de la sociedad, para ser respetuoso con el otro, las ideas propias y no digamos su defensa son una ofensa, para los demás, un gesto de intolerancia.
Decía Chersterton, que en tiempos pasados y sin duda mejores, hasta los heterodoxos, se motejaban de ortodoxos. El hereje, pretendía estar en posesión de la verdad, y defendía su error, con la misma pasión que el ortodoxo defendía la verdad. Eran tiempos en los que el hombre no se conformaba con la realidad que vivía, sino que aspiraba a transformarla, en busca de un mundo mejor y más justo. Las revoluciones eran verdaderas búsquedas de la transformación radical de la realidad vivida, y no meros juegos de pseudo rebeldes adocenados y burgueses. ¿Alguien puede decirme en qué consiste la llamada spanish revolutión? ¿Cómo pretenden transformar la sociedad? La triste realidad es que a lo que hoy se llama revolución y se muestra como un gesto de audacia y rebeldía, no ha pedido, en el mejor de los casos, más que una serie de reformas que no atacan el auténtico problema, sino tan sólo sus consecuencias. Por eso, nosotros, que es evidente no somos marxistas, casi añoramos los tiempos en los que la izquierda pretendía transformar el mundo, para acabar con el capitalismo, colectivizar la tierra y la empresa o acabar con el mismo estado. Estas eran sin duda ideologías erróneas y hasta perversas, pero expresaban un deseo de justicia, frente a la injusticia. Por eso podríamos sentirnos más cercanos a aquellos que a estos otros “progres” que tan a gusto se encuentran en este estado burgués. Preferimos caer bajo las balas de los que con autenticidad aunque errados pretenden un mundo mejor, que por el tedio que nos producen estos niños de papa, metidos a revolucionarios de opereta.
En un mundo sin ideologías, podemos decir sin equivocarnos, que sólo nosotros, los joseantonianos, seguimos pretendiendo transformar el mundo de forma radical. Alcanzar una revolución verdadera que rescate al hombre de la injusticia, devolviéndole al lugar que le corresponde como centro y fundamento de todo sistema político y social.
Alejandro López
EL SÍ DE KIPLING
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